VII-Avellaneda Blues-Pequeñas historias de pequeños hombres

VII-Avellaneda Blues-Pequeñas historias de pequeños hombres

Rubén hubiera preferido no ir a esa entrevista. Al fin de cuentas significaba decirle adiós, por lo menos momentáneamente, al trabajo por cuenta propia. El se había acostumbrado a trabajar de ese modo en el que no tenía patrón. Cuando repasaba su vida, sobre todo su vida laboral, se repetía muchas veces a si mismo y enfatizaba frente a otros ese hecho: No tener patrón.
 Pero 1974 había sido una año malo para el lo mismo que los dos anteriores.
No tener patrón es una ventaja, pero uno debe conseguir los clientes, cobrarles, conseguir ayudantes  para la tarea a los que se debe controlar y a los que se les debe pagar, pagar impuestos, ganancias…
Era demasiado para un hombre como el que era un buen trabajador pero estaba lejos de ser un empresario, siquiera un emprendedor.
 Así que ahora se encontraba frente a una puerta que anunciaba: “Oficina de Personal-PROHIBIDO PASAR”.
 De pronto escucho que alguien se acercaba a la puerta:
-Pase Giameo – le dijo una señorita rubia de pechos prominentes.
Se levanto y la siguió , mientras miraba las formas de esa mujer. Esos alabeos, que parecían llamadas de guerra.
 Cuando ingreso lo atendió una señora delgada de facciones rígidas y extremadamente seria. La mujer le hizo recordar a la directora de su escuela primaria.
-Tome asiento, por favor- Le dijo, mientras se sentaba frente a una máquina de escribir y colocaba pomposamente una hoja en ella.
- ¿Nombre ?
-Rubén Antonio Giameo- pronuncio “Yiameo” a la manera de la fonética italiano-argentina
- ¿Giameo? – pregunto la mujer delgada acentuando la “G”.
-Si – contesto parcamente.
La señora –que continuaba impasible- escribió en un papel el nombre de Rubén, se lo mostro y cuando este asintió con la cabeza ella comenzó a teclearlo mientras sus labios dibujaban las silabas del nombre del joven: “Ru-Ben An-to-nio  Gi-a-me-o”.
 La mujer prosiguió haciéndole preguntas diversas. Algunas Rubén las encontró lógicas como cuando le preguntaron por su estado civil, edad, nacionalidad. Pero otras le parecieron extrañas y se referían a inclinaciones hacia la filatelia, deportes distintos al futbol o si acaso le gustaba esquiar. A todas ellas Rubén respondía negativamente, tratando de expresar el invariable “NO” de modo de indicar cierto desprecio por la actividad antes que su desconocimiento más absoluto.
 Finalmente la mujer pareció satisfecha y averiguando cuanto quería, sin que por eso supiese más de su vida que cuando se sentó en la silla. Observo de reojo a la señorita rubia y se pregunto si a ella le gustaría el esquí o juntar estampillas.
-Firme acá Giameo. Le dijo la mujer- Ahora lo va a atender el señor Vidal – moviendo la forma de una manera que a Rubén le resulto cómica, cuando ella dijo “Señor Vidal”. Era como si quisiese enfatizar realzando la importancia de quien iba a recibirlo.
 Estuvo esperando unos cinco minutos cuando escucho su nombre, bien pronunciado. La mujer que lo había llamado no solo hizo que la GI sonase como YI, sino que le dio importancia a la A. Sin ella su nombre sonaba como quien iba a orinar.
 -Mucho gusto. Yo soy Olga – y se presento.
A Rubén le agrado este hecho, el de presentarse.
-Ahora la atiende el señor Vidal.
Al rato ingreso en una oficina que decía “Sub-Jefe de Personal de Fabrica”.
Vidal lo recibió serio pero cordialmente, mientras Rubén lo miraba detenidamente. Le pareció un hombre de algo más de cincuenta años. Le llamaron la atención sus mofletes. Pero no eran rebosantes sino  que le colgaban a ambos lados de la cara, lo que le daba el aspecto de esos ovejeros que él conocía como “Collie barbudo”
 Rubén pensó que el aspecto de ese hombre no coincidía con el de su función (-Debe ser un flor de cagador-se dijo)
 Vidal lo invito a sentarse y tomando la hoja en la que estaban sus datos le pregunto sin levantar la vista:
-Así que tiene casi diez años de experiencia como mecánico?
-Si señor
- El taller era suyo según puedo ver..
- Lo herede de mi padre y lo seguí yo. Me hice al lado de él desde chico-comento
-Ya veo. Y, dígame, por qué quiere trabajar en relación de dependencia?
-Cerré el taller hace unos meses
- Claro es difícil a veces mantener un negocio.
 Rubén hizo un gesto mezcla de resignación y confirmación de lo que decía Vidal
Vidal sonrió y sus mofletes se agitaron, Hablaron luego de cosas variadas, futbol, familia…Rubén se dio cuenta que Vidal lo estaba semblanteando.
Cuando le pregunto por su mujer, Rubén no le comento que se habían separado. Era algo reciente y doloroso para él. Consideraba el hecho como demasiado personal, para comentarlo a alguien que no conocía.
 Vidal gustaba hacer esas entrevistas más largas, sobre todo cuando decidía el ingreso de un oficial para un puesto crítico. Pensó que Giameo daba el perfil sobre todo por el hecho de haber tenido un negocio. Entendió que eso le daba cierto tono de independencia a su tarea, tal como se lo había solicitado el jefe del área en la que trabajaría Giameo, quien ya había entrevistado a Rubén y lo había marcado como su favorito entre los entrevistados.
 Por otro lado el muchacho le pareció confiable, y aunque hubiese seguido un tiempo más para tener un patrón más detallado en su meticulosa mente, ese día, después de tener que despedir a Fratti, tenía ganas de terminar la jornada.
 De modo que firmo la ficha de ingreso de Giameo Luego llamo a Olga y se la alcanzo. La mujer traía en la mano una tarjeta azul que Vidal también firmo pero esta vez la entrega fue para Giameo.
-Pasado mañana a las ocho tiene que ir a la revisación. Cuando tiene el informe de los médicos viene a verla a Olga. Luego Vidal extendió la mano a Rubén y lo saludo deseándole suerte.
A Rubén le extraño la rapidez en la incorporación. La mujer lo acompaño hasta la salida del edifico donde junto con otras estaba la oficina de personal.
-¿Sabe salir de la fabrica?-pregunto Olga
-Creo que si. Tengo que seguir por esta calle, pasar por el estacionamiento de autos y después doblar a…
-La izquierda – Ayudo Olga
-Si. A la izquierda
-No se olvide de entregar la tarjeta de VISITANTE y pedir su documento a la salida.
Rubén le dio la mano con gusto y aprecio esa delicadeza de Olga para recordar cosas obvias.
-Una mujer fina-pensó para sí.
Cuando iba para la portería, vio bajar a un hombre delgado de la escalerilla de uno de los tanques que estaban a la entrada de la refinería.
El hombre que descendía se paso la mano por la cabellera. A Rubén le llamo la atención el color del pelo. Era notablemente gris.
Parece un zorro-pensó y se dirigió a la salida.


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