V-Avellaneda Blues-Pequeñas historias de pequeños hombres
V-Avellaneda Blues-Pequeñas historias de pequeños hombres
Luis Fratti estaba meditando, no entendía muy bien lo que iba a pasar. Frotaba sus manos en el pantalón y aspiraba el aire caliente de Enero. Por la mañana el señor Vidal lo había mandado llamar para que se presentase por la tarde en su oficina.
Cuando le llevaron el mensaje, Luis estaba reparando una bomba pequeña en el pañol de su sección.
Quien le había llevado el mensaje era Rulli, un hombre bajito al que le daban als tareas que nadie quería hacer.
-Mira que el señor Vidal dijo a primerísima hora de la tarde-recalco Rulli.
Luis asintió con la cabeza
Al mediodía prefirió no almorzar y a primera hora de la tarde estaba sentado frente a la oficina de Personal, esperando al señor Vidal.
Cuando este llego y vio a Luis, no pudo evitar cambiar el semblante hasta entonces sonriente.
-Ya lo atiendo Fratti – dijo, y entro a la oficina.
Habían pasado menos de cinco minutos cuando lo mando llamar
-Siéntese Fratti, por favor.
- Olga déjenos solos unos minutos-indico a su secretaria
Olga miro a Luis con ojos tristes y se retiro.
Hacia veintitrés años que era la secretaria del jefe de personal de la Petroleum, y aunque Vidal hacia relativamente poco tiempo que ocupaba esa posición, ella reconoció en el pedido el mismo tono que empleaban todos cuando debían transmitir algo no grato a un empleado. Cerro la puerta suavemente.
Mire Fratti, voy a ser directo-dijo Vidal. La empresa ha decidido prescindir de sus servicios.
.No se crea que me gusta hacer esto-continuó-, es más si lo analizo no estoy de acuerdo. Pero…- y se detuvo mirando a Fratti, quien sin levantar la voz le pregunto:
-Y entonces por qué lo hace?
Vidal tenía preparada la respuesta. No era la primera vez que debia que hacer esa tarea.
Iba a decirle que si él no lo hacia , lo haría otro, porque no era un problema personal entre Vidal y Fratti. Podría explicarle que necesitaba del sueldo que le pagaba la Petroleum. Argumentarle ciertas cosas de la vida que Fratti por su juventud no entendería.
Pero no dijo nada de eso, que sonaría a una excusa de maricón, en cambio sostuvo:
-No hagamos las cosas difíciles, usted es joven y no tendrá problemas en encontrar otro trabajo. Le aclaro que no va a figurar como despedido sino que aceptaremos su telegrama de renuncia.
-Es lo mismo, replico Luis.- Son ustedes quienes me echan
-La empresa lo indemnizara como si fuese despedido.
“Rendición incondicional”. Luis pensó en eso, en una rendición sin ninguna posibilidad de cambiar una coma del pliego de la parte vencedora.
- Sabe por que me echan Vidal, porque no aceptan que alguien hable de frente e intente hacer valer sus derechos.
Vidal vio el rostro tenso de Fratti, ese rostro blanco con gestos aindiados como que era hijo de un inmigrante italiano y una mapuche.
El padre de Luis conoció a su madre cuando el trabajaba en los pozos de perforación de la Petroleum en Neuquén. Allí se enamoro de esa mujer con la que vivió hasta morir.
Luis vio que detrás de él entraban dos personas de la vigilancia.
-Fratti los señores lo van a acompañar. Hágame caso, envíe mañana el telegrama y pase pasado por un adelanto de la liquidación final. El resto, un porcentaje bajo, se le liquidara en un par de días y es solo para que podamos ajustar legalmente el monto final de indemnización.
-Vamos Luis-le dijo el vigilancia al que apodaban el Ganso por su forma de caminar.
-Soltame. No me toques, alcahuete ¡
El de seguridad amago a reaccionar, pero Vidal lo contuvo con un grito: - Páez ¡. Acompañe al señor Fratti.
Fratti apenas miro a Vidal, se dio media vuelta, abrió la puerta y salió seguido por los guardias.
Vidal abrió el cajón y saco un frasco, mientras lo abría pensó que otra vez le iba a caer mal la comida. Luego toco dos veces el timbre sobre su escritorio y, al finalizar la segunda timbrada, apareció Olga.
Sin mirarla le dijo::
-Me pide un te- y agrego: …Por favor.
-Trabajo de mierda -se dijo y buscando una imagen grata se puso a pensar en Rita.-
Fratti había llegado al vestuario, mientras se cambiaba miro la foto que tenia pegada en el armario, En ella se veía sonriente a su padre al lado del General Perón.
Era una foto de 1969, su padre se la había sacado en una viaje a Europa en el que fue a visitar a sus familiares en un pueblito de Catania, En ese viaje se encontró en España con el “Perro” Arzeno el dirigente histórico del Sindicato de los Petroleros Privados y juntos fueron parte de una comitiva sindical que visito a Perón en Puerta de Hierro.
Después de ese viaje el papa de Luis enfermaría y no se repondría más, hasta fallecer en 1971.
Hacía cuatro años, y Luis lo seguía extrañando.
En ese momento, Páez el de vigilancia le entrego unas pertenencias que había dejado en un cajo de uso personal que estaba en el pañol.
-Gracias, dijo por lo bajo. Iba a pedirle disculpas por la escena de la oficina de Vidal, pero se contuvo.
Se estaba terminando de vestir cuando entraron dos miembros de la comisión interna.
Un hombre relativamente bajo, de piel color mate se le acerco nerviosamente y le dijo: - Ahora vamos al sindicato Luisito. Quedate tranquilo, ya vas a ver el quilombo que vamos a hacer.
Luis lo miro, ya sin furia, Mientras se cambiaba había estado pensando en el sindicato y la comisión interna y creyó entender una implícita aceptación de ellos a su despido,
Observo el pelo blanco del hombre que se le había acercado y pensó: -EL no tiene nada que ver.
Mientras abrochaba sus zapatos le dijo: - Gracias Tordillo, pero no quiero que nadie se meta en problemas. Ya esta. Se acabo.
-Pero no pibe. Si están todos con vos.
-Mira, si sigo pensando voy a terminar enojándome con vos y es lo último que quiero. Dejalo así. Ya me las voy a rebuscar de alguna manera.
Luego se colgó el bolso al hombro y mirando a Páez el dijo: - Bueno Vamos.
Se fue caminando hacia la salida mirando el piso y pensando en miles de cosas. Cuando traspuso el portón, miro hacia atrás y en su cara se dibujo la mueca de una sonrisa.
Desde el techo de uno de los enormes tanques de almacenamiento, Montoya mientras acariciaba sus bigotes, observo la salida de Luis.
-Lo rajaron. Dijo parcamente mirando a Benítez.
Se escondieron detrás del tablero que estaba en el techo del tanque y mientras miraban el enorme cartel que decía: “PROHIBIDO FUMAR EN ESTA ZONA”, encendieron un cigarrillo, el último del día.
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