Avellaneda Blues-XI: Pequeñas Historias de pequeños hombres

Avellaneda Blues-XI: Pequeñas Historias de pequeños hombres

-Eh Nicola, dale viejo ¡. ¡Ahora te quedas dormido en al sol como los lagartos¡
Nicola subió sonriendo al micro, saludo a todos y fue a sentarse a su asiento, al lado del petiso Ratto.
-¿Tomas sol como los jubilados-dijo Ratto forzando su risa nerviosa.
-No  petiso. Recupero energías.
-Ah, Nicolita ¡. La máquina yugoeslava ¡
-¿Qué paso Nicola? ¿Hubo guerra anoche?- le pregunto el “tordillo” Vázquez guiñándole un ojo.
-Y…se hace lo que se puede- dijo Nicola simulando modestia.
-Si Nico, se hace lo que se puede- contestó Vázquez.
Ratto lo miro con cara de escéptico y repitió con sorna: -Se hace lo que se puede –   se encogió de hombros y miro por la ventanilla.
-¿Qué te pasa, che?-le pregunto molesto el Tordillo.
-A mi nada. ¿Tenés cola de paja?
-Anda a la mierda petiso! Yo sé lo que querés decir. ¿Nos echas la culpa por lo de Fratti, no?
-Yo no dije nada- replico Ratto haciéndose el desentendido.
-¿No dijiste nada, eh? Vos sos un turrito, siempre la matás callando -Vazquez había agregado demasiada agresividad a su voz.
-Bueno, che ¡ No se peleen.- La voz vino de la parte de atrás del micro
-A mi nadie me dice lo que tengo que hacer-contestó furioso Vazquez.
Peralta había escuchado callado la discusión pero sintio que tenia algo en su garganta que debia salir:
-Ese es el problema Tordillo. A vos y a todos los de la Comisión y del Sindicato nadie les dice lo que tienen que hacer. Somos mil doscientos tipos que laburamos en la American y los únicos que deciden por nosotros son cinco o seis.
Entonces Vázquez se levanto.
Peralta le caía mal, como le caían mal todos los muchachos jóvenes como él y Fratti, que hablaban mirando a la cara y sin respetar a los mayores. Y sintió eso, que debía reprimirlo como un mayor reprime a un mocoso impertinente. Le dio una cachetada.
Entonces Nicola no aguanto, hubiera preferido no discutir, pero a Vázquez se la había ido la lengua y la mano. Peralta era uno de sus “pollos”. Tomo del cuello a Vázquez con su nudosa y enorme mano derecha y con la otra le pego con el puño cerrado.
Vázquez cayó pesadamente y el chofer detuvo el micro.
-¿Que mierda les pasa? ¡Están todos locos ¡
Varios se levantaron de sus asientos y detuvieron la pelea. Aunque ya no era tal. Vázquez estaba mareado.
Ratto intento una broma para aflojar los ánimos pero nadie la festejo. De a poco se fueron sentando y el micro reanudo su marcha.
El resto del viaje a la refinería lo hicieron en silencio.
Al entrar a la American uno de los guardias de la entrada subió al micro como era su rutina.
-Eh!. Que caras! Parece un velorio. ¿Paso algo?
Nadie le contestó. Al llegar a los vestuarios todos bajaron en silencio. Los otros micro que habían llegado desde distintos puntos ya habían llegado y en el interior los obreros mientras se cambiaban tenían sus charlas de rutina.
Ratto no tardo en enterar a cuanta persona estaba a su alrededor que Favelic le había pegado a Vázquez y la discusión en el micro.
Varios pasaron disimuladamente frente al ropero en el que se cambiaba Vázquez para observar el labio que guardaba con su hinchazón el recuerdo del golpe de Nicola.
-¿Qué miran? ¿Hay confites?-grito fastidiado.
Desde otro extremo del vestuario se escucho una voz: -No grites Tordillo ver si se te hincha mas el labio ¡
 La risa fue general.
-bah! Se van al carajo ¡-dijo Vázquez con disgusto y tomando su chaqueta de soldador salió del vestuario y fue caminando hasta el lugar de trabajo. Normalmente hubiese esperado que uno de los micros lo acercase al lugar de tareas, pero estaba enojado y molesto y no hubiera soportado el silencio de sus compañeros o las miradas.
El micro que llevaba a los obreros de su sección paso a su lado. De una de las ventanillas se escucho una pedorreta y  la instantánea risa de los que iban en el vehículo.
-Ya lo voy a agarrar a ese turro!-amenazo el Tordillo.
Mientras caminaba su cabeza trabajaba febrilmente. Se tocó el labio y lo notó hinchado. Favelic le había pegado duro.
¿Para qué preocuparse por ellos, Tordillo? ¿Para recibir sus burlas?. No saben lo que es pelear con la patronal. Se olvidan que hacía poco había evitado que despidiesen a Ramírez que había llegado al límite de llegadas tarde.
Ramírez tenía a su hijo menor enfermo de cáncer y su cabeza iba para un lado distinto al de su voluntad. Él, el “Tordillo” se lo había explicado al turro de Vidal.
Y al polaco Baroski, Boucoski o como mierda se llame lo iban a echar por borracho y él lo había evitado.
Él y el negro Delgado. Los del sindicato ni se metían en esos temas en los que consideraban que la debilidad de sus defendidos los tornaba indefendibles.
Pero para el Tordillo era al revés. Más entendía a un hombre cuando más abajo lo veía descender en su dignidad y autoestima.
Tenía ese instinto del pobre que es solidario con el pobre y no pregunta por qué.
Pero eso a veces actuaba como un límite para su propia comprensión como sindicalista.
Le costaba salir del rol de asistencia y pasar al de ser el representante de otros que tienen intereses contrapuestos a la patronal. Le resultaba más sencillo pedir, que reclamar. Su cabeza encontraba un límite en el reclamo en tanto consideraba superiores a los empresarios y a sus representantes.
Pensaba que tenía una responsabilidad y que la mayoría de los obreros no la entendía, que creían que él podía insultar a los “cuello duro” y listo. Entonces se conseguía todo.
Como si esa manga de gallinas hubiesen acompañado siempre las huelgas, los reclamos, las medidas de presión.
Ahí está lo que pasó con Fratti. ¿A ver que hicieron?
Acusarlo a él y a la Comisión de inacción, pro ninguno propuso algo. Ninguno empezó diciendo que la culpable era la  patronal y no la Comisión o el Sindicato.
Pasa algo y ya está. Buscar el culpable, no como solucionar el problema.
Fratti hablaba mucho. Seguro que era comunista o “trosco”.
Pero a él eso no debía importarle. Era un compañero y debía hacer algo por él. Ya lo habia decidido. Iría a la casa de Fratti a hablar con él.

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