¿Por Qué?- una reflexión del otroqueescribe


Cuantas veces pregunto:  ¿por qué?
Sabemos que esa pregunta la hacemos con un doble significado aunque diferenciado según nuestro interés:
¿Por qué tomás los problemas tan a pecho?, en este caso lo que preguntamos es sobre una finalidad
¿Por qué llueve tanto en el mes de Setiembre en Buenos Aires? Y aquí lo que queremos saber es sobre una causalidad.
¿Pero que tal cuando lo que sale es un por qué que está a mitad de camino de los dos mencionados?
O mejor aun, que involucre a los dos mencionados.
No recuerdo si lo lei o me lo comentaron pero entiendo que fue Piaget uno de los que planteo que ese doble significado en un “por qué” , es el famoso “por qué” de los niños de dos a seis o siete años.
Y parece que ese por qué de doble significado indica que todo debe tener causalidad y finalidad.
Por ejemplo, he podido comprobarlo estos días, mientras descansaba en una plaza, cuando un niño de entre tres y cuatro años preguntaba a su madre:
-¿Por qué vuela?, refiriéndose a un papel arrastrado por el viento.
-Porque el viento lo empuja-le dice la madre.
-¿Pero él quiere volar?-repregunta el niño.
Para el chico la explicación del viento (la causalidad) no cerraba porque no explicaba el otro significado del “por qué”: la finalidad.
¿Cómo actuamos cuando le damos al “por qué” ese doble significado?
Quizás como niños, lo que para algunos es un estado deseado del espíritu y para otros una inmadurez poco aceptable en un adulto.
Quizás actuamos con un sentido demasiado humano-centrico, en el que la finalidad debe siempre existir.

Y al asumir un punto de vista donde siempre coexisten causalidad y finalidad, nos comportamos de un modo egocéntrico donde casi no queda espacio para lo fortuito.
 Y es eso, lo fortuito, lo inesperado, lo que nos da la dimensión de la riqueza y la complejidad de la vida.
Algo que muere cuando no lo esperamos, alguien que deja de estar como compañía, un trabajo que se termina y nos encuentra desarmados.
Miles de cosas forman parte de lo fortuito en nuestra vida y marcan la verdadera línea entre la previsión y la anticipación y la vida real.
No creo por esto que deba dejarme en los “brazos del destino” porque considero que tengo responsabilidades con mis hijos, con mi entorno, con mi país.
Quiero armar mi empresa, conquistar a la mujer que amo. Eso me pide actividad. El deseo me conduce a una búsqueda con fines y no a la mera espera.
Tengo compromisos que siento dentro y a los que no quiero renunciar, pero eso que me lleva a planificar y prever no puede tapar la existencia de lo fortuito.
Es más esto último es tan fuerte en su presencia que lo que planifique o intente prever debe “encajar” en la realidad que representa lo fortuito.
Y entender que esa pro actividad que está en mi educación -esa necesidad de acción para buscar lo que desea- debe tener en su misma esencia la capacidad de comprender lo fortuito, lo eventual.
Y en eso entran los otros que pueden o no compartir mis deseos. Que pueden parcialmente coincidir con los míos o decididamente estar en contra. O a los que no llamaria "otros", como el viento o la lluvia o un tornado, que sin finalidad estan en el mundo en el que estoy tambien.
Entender que la vida contiene la muerte y la belleza vive con la fealdad.
¿Por qué?-volveré a preguntar como un niño que espera respuestas.
Y como un adulto, aprender a aceptar, lo mágico, lo inconmensurable e indescriptible. Aquello que el evento fortuito nos enseña para que seamos más sabios y humildes.

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