Mi Sangre

Mi Sangre

Siempre sentí que creías en mí
No sabes cómo pesa eso en el alma. Como acerca calor en los días donde un frio glaciar recorre nuestra espalda.

Sentí que creías en mí. En lo que te decía. En cómo te lo decía
Y siempre sentí que te resguardabas seguro contra mi pecho cuando te abrazaba,

Naciste en Trelew-el pueblo de Luis- un día Martes, en el fantástico-para mí- mes de Febrero.

Seguramente te concebimos con mama cuando ella visito en Junio del año anterior el hotel en el que yo moraba, mientras daba clases en el Sindicato y tomaba mi puesto en el Centro de Cómputos en Rawson.
Amaba a tu madre. Siempre la ame y es bueno que los hijos sepan eso, para que sientan que han nacido del amor. De la pasión entre un hombre y una mujer que son sus padres.

Ese verano, en el mes de Marzo nos vinieron a visitar -a la casa de Trelew- la tía Pilar y el tío Ramón.
Mama  hacia pan con masa de pizza y lo acompañábamos con algo.
Siempre recuerdo ese pan, y a mama dándote la teta. Acariciándote.
Sabés?, sentía miedo.
Parece una locura sentir miedo teniendo un hijo sano y hermoso, habiendo tenido ya a tu hermano también sano y hermoso.
Parece la lúgubre idea de un agorero, sentir miedo estando al lado de la mujer que se ama y peleando por el futuro.
Pero eso me pasaba. Temía fracasar.
Era una sensación dual.
Contradictoria.
Quería ese desafío, lo necesitaba, y a la vez me daba miedo.
Levantarme temprano para ir a Rawson a mi trabajo, a la tarde y al anoche los cursos.
En los pocos ratos en casa, tratar de hacer programas para vender, preparar las clases.
Tantas cosas, tantos proyectos…
Y ahí estabas vos, mostrándome que la sangre se reproducía, en esa cara de mirada dulce, de eterna inocencia.
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Miro ahora, a la distancia todo aquello y siento orgullo. La piel de gallina de recordar mis preguntas íntimas:- ¿Como hare para mantener esta familia?
Parece que tenía las armas, las herramientas y la compañera como para hacerlo.
Ahora que te veo a vos lanzarte en la búsqueda de tu personalidad y de tu lugar en el mundo.
Que te veo abrazar ideales como yo lo hacía a tu edad y entonces la vida deja de tener el efecto de la foto de una noria y se transforma en el cuadro virtuoso.
En el “dar para recibir”

Hay veces que siento que haberte hecho de River o que sientas la política del mismo lado del corazón que la siento yo me muestra que te dedique tiempo
Verte crecer, equivocarte y buscar me muestra que no corte tus alas, Que no fui un padre absorbente.
Sabes, cuando tengas hijos lo vas a sentir. Vas a sentir la necesidad de preguntarte:
¿Lo estoy ayudando a crecer?
 ¿Lo estoy cuidando y acompañando como el necesita?
Y eso me pregunte muchas veces.

 Como cuando te llevaba a vos y a tu hermano Ezequiel a un bar que estaba a la vuelta del departamento.
Lo hacíamos mientras mamá daba clases en el instituto que teníamos en Madryn.
A Belén la cuidaba la Negrita y nosotros tres íbamos al bar.
Pedía un Gancia, gaseosa para ustedes y comíamos tostados.

Y vos y Eze querían que hablemos.

-Decime algo pa,contame-decía Eze queriendo que tengamos una conversación de hombres como otros hombres que estaban en ese bar.

Y vos te subías en mis piernas. Y me abrazabas.
Yo era feliz hijo, inmensamente feliz.

Los domingos ya cuando vivíamos en la casa del barrio Covimar íbamos a caminar a la playa.
Una larga caminata por la playa hasta la casa de los abuelos, para que en esa caminata mirásemos el mar, escuchase sus protestas porque yo no tenía un auto y nos riésemos con tus monerías.

Miro hacia atrás y puedo ver mi vida entera. Como dice la canción. Y vos sos parte de esa vida que fue y parte de la que viene de la que tratare de inventar buscando un sueño-

Te entiendo  cuando te veo sufrir por amor.
Esa necesidad de entrega, de tener una compañera al lado, es una sensación conocida por mí.

La de sufrir por amor también,  pero eso es otra historia.

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