Es todo, todo tan fugaz...

Tuve oportunidad de conocer de cerca un hombre que estaba a punto de morir.

Entiendo que él no lo sabía ya que finalmente murió por esa enfermedad que ataca a quienes cerraron su alma como un carozo, por negarse a dejar entrar lo que la vida propone cada día.
Esa enfermedad es la soledad.

Porque su soledad no se medía en términos normales de falta de compañía. A él le faltaba la gente que había conocido. Sentía en el cuerpo la ausencia de construcciones y lugares que habían llenado sus ojos, incitado su espíritu y excitado sus sentidos.
Le pesaba la transformación de su barrio y las costumbres de sus habitantes.
De un modo terrible para él, la vida le informaba que nada era igual.
Durante muchos años hubo una mujer a la que amó y con quien tuvo una hija. Pero él -y su madre- decidieron que debía casarse con otra joven.
A quien jamás amó y así vivió partido, en dos mitades que juntas, jamas eran una.
Durante los últimos días de su vida creyó encontrar la luz al acercarse a esa mujer que amó ,llamada Nélida, y con quien tuvo una hija.
Una hija a la que no le dio su apellido, con la que tuvo una relacion tortuosa, a la que jamás pudo integrar a su vida, como seguramente lo había deseado.
En esos días lo conocí mejor. Ví como su hija y Nélida trataban de complacerlo.
Hubo un almuerzo en el que participé y quedará siempre en mi memoria donde el dijo entre lágrimas que hubiese deseado que todo fuese diferente.
Cada uno entendió esa frase desde su propia óptica, ya que especular sobre como podría haber sido el pasado, si no hubiese sido como fué, es un juego de espejos peligroso para el alma.
Pero todo fue fugaz("...Es todo, todo tan fugaz, que es una curda -nada más-mi confesión..."), los años no habían pasado sin dejar huellas y esa remanida frase de que el tiempo todo lo cura, fue puesta a prueba nuevamente.
Hay cosas que el tiempo agrava.
Él pagó por su egoísmo.
Ellas por su antiguo dolor sin cicatrizar.
Solía sentarse y charlar conmigo. Buscaba un amigo (más de una vez me dijo que me consideraba su amigo), alguien que le diera hilo para remontar su barrilete("...No se si fué, falta de fé...o acaso fué, que me faltó piolín..."),
Sus ojos estaban permanentemente mojados. En parte porque los ojos de los viejos siempre parecen mojados y en parte porque el se encargaba de mojarlos llorando cuando tenía ganas.
Reímos juntos la primera vez que me contó sus aventuras con mujeres.
Alardeaba sobre lo bien que él se vestía, enseñado por su madre que quería que su único hijo fuese un galán irresistible.
Presumía sobre lo bien que bailaba el tango, como cerrando el estereotipo que se había conformado de sí mismo.
Pero ese tiempo, ese tiempo tirano, hacía que el repitiese sus historias, como si su vida fuese un film en blanco y negro que se pasa en continuado en una sala de barrio.
Y entonces cualquier historia pierde magia porque se anula lo que nos cautiva: la sorpresa.
Pienso, ahora, que quizás no me contaba lo mismo, aunque yo creyese escuchar la misma historia.
Usaba ,sí, las mismas palabras, la misma música, pero el tema de la canción era la vida. Quería contarme su vida, pero solo encontraba retazos de ella.
Cuando murió , Nélida y su hija no fueron avisadas por los hijos de su otro matrimonio.
No fueron al velorio, nadie les avisó que había muerto y así se cerro la historia que, como muchas historias cerradas, aun sigue abierta en los que están vivos.
Cuando me enteré, solo derramé dos lágrimas.
Y ahora esto, casi treinta años después, como "In memorian".
Bastante poco para una vida que se fué.

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